Un estudio reflejó que las mujeres con malas condiciones laborales tenían realmente complicado quedarse embarazadas, ya que presentaban no sólo menos óvulos maduros, sino también una baja reserva ovárica y una menor cantidad de folículos antrales.
Por Alberto Iglesias Fraga
Ciudad de México, 27 de agosto (TICbeat/SinEmbargo).- Sabemos que trabajar en demasía es malo para la salud y que, en países como Japón, el exceso de trabajo se está convirtiendo casi en un problema de salud pública. Lo que quizás no sabíamos hasta ahora era hasta qué punto nuestra vida laboral puede influir en un aspecto vital para la humanidad como es la reproducción.
Y es que, ¿hay relación entre un trabajo extenuante desde un punto de vista físico y una mayor infertilidad femenina? ¿son nuestros empleos los causantes de la bajada de la natalidad en los países desarrollados?
Para arrojar algo de luz sobre estas cuestiones, científicos de la Universidad de Harvard realizaron un estudio (disponible aquí) con más de 785 mujeres que acudieron a centros de fertilidad entre los años 2004 y 2015. A todas ellas se les preguntó por distintos aspectos que podrían estar relacionados con sus problemas para quedarse embarazadas, incluyendo el nivel de exigencia física de su trabajo, si tenían horarios irregulares o si su puesto les obligaba a trabajar de noche.
Pueden parecer aspectos baladíes, pero nada más lejos de la realidad. Y es que, los investigadores afirman -en base a su estudio- que las mujeres que contestaban ‘no’ a todas las cuestiones anteriores tenían un rendimiento ovárico más alto que las que sí movían maquinaria u objetos pesados, trabajaban en turnos dobles o de noche.
De hecho, las mujeres con malas condiciones laborales lo tenían realmente complicado para quedarse embarazadas, ya que presentaban no sólo menos óvulos maduros, sino también una baja reserva ovárica y una menor cantidad de folículos antrales (el indicador del número de óvulos inmaduros que quedan en el ovario).
El impacto negativo de estas actividades se notaba más en las mujeres mayores de 37 años y con un índice de masa corporal (IMC) superior a 25. Y, de todos los factores analizados, también hubo uno que parecía sobresalir en esta ecuación de trabajo e infertilidad: el trabajo nocturno. Su impacto resultó ser dos veces mayor que el de los trabajos físicos duros, por poner tan sólo un ejemplo.
Se trata de conclusiones lo suficientemente reseñables como para plantear un serio debate sobre la forma en que se gestionan las jornadas y cargas laborales, máxime si tenemos en cuenta que con la progresiva automatización de tareas pesadas y de riesgo se podrían eliminar estos factores de la ecuación. Traducido: menos trabajos susceptibles de producir infertilidad es igual a más natalidad.
Eso sí, los investigadores no han logrado determinar con claridad las causas de esta relación entre un mal trabajo y el mal rendimiento ovárico. Entre los posibles argumentos se encuentran interferencias hormonales entre la actividad física pesada y el funcionamiento del sistema reproductor, igual en los casos de ritmos circadianos complejos o irregulares.
Esperemos que próximos estudios arrojen algo más de luz al respecto y nos ayuden a tener una salud reproductora mejor… y unos trabajos que odiemos menos.